miércoles, 4 de noviembre de 2015

Una aproximación psicolingüística al aprendizaje de la lectura y la escritura:
Una de las tareas que enfrenta el que aprende a leer en un sistema alfabético como el español escrito es comprender que los distintos signos gráficos corresponden a distintos segmentos sonoros como palabras, sílabas, fonemas.  
En la lengua oral se da una relación de superposición o coarticulación entre fonemas, que hace particularmente difícil discriminarlos entre sí. La consecuencia de la coarticulación es que en un mismo instante de la señal sonora aparece información correspondiente a más de una unidad. Por ejemplo, para producir la palabra perro, la lengua, durante el momento de la articulación de la consonante /p/, ya tiende a adoptar la posición de la vocal /e/ que le sigue.
una cuestión esencial para el aprendizaje de la lectura es que los alumnos desarrollen, mediante la enseñanza que reciben de sus docentes, la habilidad para reconocer y manipular las unidades fonológicas de la lengua que  están aprendiendo a leer y escribir. Para ello, es necesario que aprendan a  ser “conscientes” de cada uno de los componentes de la lengua oral, en especial a ser conscientes de los fonemas, por lo cual esta habilidad recibe el nombre de “conciencia fonológica”. 

se trata de que los que aprenden a leer y escribir entiendan que las letras se corresponden con sonidos. 
para el que se inicia en la lectura es crucial que comprenda cómo funciona el sistema alfabético, esto es, necesita aprender, entre otras cosas, la reglas de correspondencia grafema- fonema (G-F).

Aprender a escribir: nuevamente dos procesos
Aprender a escribir también supone la organización de un léxico ortográfico, pero en este caso, de producción, que almacene las representaciones que permiten escribir palabras. El sistema ortográfico del español tiene algunas particularidades que hacen que la escritura sea un poco más compleja que la lectura, como el hecho de que hay varios fonemas que se pueden transcribir como grafemas distintos. Para comprender esto, se pueden citar algunos casos bien conocidos como por ejemplo, el del fonema /b/ que se puede transcribir mediante los grafemas b o v, según las reglas ortográficas que establecen cuándo corresponde cada opción o el fonema /s/ que se puede transcribir mediante el grafema c (en el contexto de e, i), por el grafema o por el grafema z según las reglas ortográficas que establecen cuándo corresponde cada opción.
(Estas características del sistema del español escrito se desarrollan en el Módulo 4: “Aportes de la lingüística y la historia de la escritura a la alfabetización inicial”)
Por estas razones y algunas más, los que están aprendiendo, pueden escribir cosas tales como: yubia, sielo, caroso, sanaoria… Estas formas “suenan” como palabras, pero escritas no lo son. Sin embargo, si escribiéramos solo a partir de convertir sonidos en grafía podríamos producir cualquiera de estos “errores”. Claro que un alfabetizando que está en proceso de aprendizaje de la escritura los comete con frecuencia. ¿Por qué sucede esto? Se comprenderá al terminar de leer la descripción que sigue.
Para la escritura, los investigadores también proponen dos rutas, la subléxica, sostenida por la mediación fonológica y la léxica, que requiere la activación de la forma ya almacenada, al igual que en la lectura. La primera que va a prevalecer durante los primeros tiempos del aprendizaje, es la que permite (si la enseñanza se enfoca en ello) que los alfabetizandos conviertan fonemas en grafemas y comiencen rápidamente a ser escritores de palabras. Este conocimiento fonológico constituye la base de la ortografía. Sin embargo, no es suficiente para resolver la escritura de todas las palabras. Por eso las producciones escritas de los alfabetizandos, sean niños o adultos, en sus comienzos manifiestan un patrón de escritura fonológica que refleja las complejidades de la ortografía. Esto hace que se encuentren, incluso en un mismo texto, palabras escritas en formas distintas pero que “suenan” igual como yubia, lluvia o yuvia. Es importante, entonces, que la enseñanza se ocupe de explicitar y consolidar las relaciones más complejas entre fonemas y grafemas para garantizar una escritura conforme a las normas.
Con la enseñanza centrada en estas relaciones, el que aprende a leer y escribir va aprendiendo y adquiriendo experiencia con la escritura y comienza a organizarse un léxico específico que se llenará de representaciones ortográficas de palabras y que permitirá escribir a partir de la evocación del significado y apelando a recuperar las formas escritas completas y ya consolidadas. Esta forma ya no requiere la recodificación de cada uno de los sonidos.
En síntesis, aprender a escribir palabras tiene como objetivo construir un léxico ortográfico para la producción (distinto del que permite la lectura, el léxico ortográfico de entrada, que se describió en la sección anterior) con representaciones ortográficas de las palabras almacenadas, a las que se accede cada vez que sea necesario. Esta memoria léxica debe contener una buena cantidad de representaciones y permitirá entonces una escritura de palabras fluente y automatizada.