Una de las tareas que enfrenta el que aprende a leer en un sistema alfabético como el español escrito es comprender que los distintos signos gráficos corresponden a distintos segmentos sonoros como palabras, sílabas, fonemas.
En la lengua oral se da una relación de superposición o coarticulación entre fonemas, que hace particularmente difícil discriminarlos entre sí. La consecuencia de la coarticulación es que en un mismo instante de la señal sonora aparece información correspondiente a más de una unidad. Por ejemplo, para producir la palabra perro, la lengua, durante el momento de la articulación de la consonante /p/, ya tiende a adoptar la posición de la vocal /e/ que le sigue.
una cuestión esencial para el aprendizaje de la lectura es que los alumnos desarrollen, mediante la enseñanza que reciben de sus docentes, la habilidad para reconocer y manipular las unidades fonológicas de la lengua que están aprendiendo a leer y escribir. Para ello, es necesario que aprendan a ser “conscientes” de cada uno de los componentes de la lengua oral, en especial a ser conscientes de los fonemas, por lo cual esta habilidad recibe el nombre de “conciencia fonológica”.
se trata de que los que aprenden a leer y escribir entiendan que las letras se corresponden con sonidos.
para el que se inicia en la lectura es crucial que comprenda cómo funciona el sistema alfabético, esto es, necesita aprender, entre otras cosas, la reglas de correspondencia grafema- fonema (G-F).
Aprender a escribir: nuevamente dos procesos
Aprender a escribir también supone la
organización de un léxico ortográfico, pero en este caso, de producción,
que almacene las representaciones que permiten escribir palabras. El
sistema ortográfico del español tiene algunas particularidades que hacen
que la escritura sea un poco más compleja que la lectura, como el hecho
de que hay varios fonemas que se pueden transcribir como grafemas
distintos. Para comprender esto, se pueden citar algunos casos bien
conocidos como por ejemplo, el del fonema /b/ que se puede transcribir mediante los grafemas b o v, según las reglas ortográficas que establecen cuándo corresponde cada opción o el fonema /s/ que se puede transcribir mediante el grafema c (en el contexto de e, i), por el grafema s o por el grafema z según las reglas ortográficas que establecen cuándo corresponde cada opción.
(Estas características del sistema del español escrito se desarrollan en el Módulo 4: “Aportes de la lingüística y la historia de la escritura a la alfabetización inicial”)
Por estas razones y algunas más, los que están aprendiendo, pueden escribir cosas tales como: yubia, sielo, caroso, sanaoria…
Estas formas “suenan” como palabras, pero escritas no lo son. Sin
embargo, si escribiéramos solo a partir de convertir sonidos en grafía
podríamos producir cualquiera de estos “errores”. Claro que un
alfabetizando que está en proceso de aprendizaje de la escritura los
comete con frecuencia. ¿Por qué sucede esto? Se comprenderá al terminar
de leer la descripción que sigue.
Para la escritura, los investigadores también
proponen dos rutas, la subléxica, sostenida por la mediación fonológica y
la léxica, que requiere la activación de la forma ya almacenada, al
igual que en la lectura. La primera que va a prevalecer durante los
primeros tiempos del aprendizaje, es la que permite (si la enseñanza se
enfoca en ello) que los alfabetizandos conviertan fonemas en grafemas y
comiencen rápidamente a ser escritores de palabras. Este conocimiento
fonológico constituye la base de la ortografía. Sin embargo, no es
suficiente para resolver la escritura de todas las palabras. Por eso las
producciones escritas de los alfabetizandos, sean niños o adultos, en
sus comienzos manifiestan un patrón de escritura fonológica que refleja
las complejidades de la ortografía. Esto hace que se encuentren, incluso
en un mismo texto, palabras escritas en formas distintas pero que
“suenan” igual como yubia, lluvia o yuvia. Es importante,
entonces, que la enseñanza se ocupe de explicitar y consolidar las
relaciones más complejas entre fonemas y grafemas para garantizar una
escritura conforme a las normas.
Con la enseñanza centrada en estas relaciones,
el que aprende a leer y escribir va aprendiendo y adquiriendo
experiencia con la escritura y comienza a organizarse un léxico
específico que se llenará de representaciones ortográficas de palabras y
que permitirá escribir a partir de la evocación del significado y
apelando a recuperar las formas escritas completas y ya consolidadas.
Esta forma ya no requiere la recodificación de cada uno de los sonidos.
En síntesis, aprender a escribir palabras tiene
como objetivo construir un léxico ortográfico para la producción
(distinto del que permite la lectura, el léxico ortográfico de entrada,
que se describió en la sección anterior) con representaciones
ortográficas de las palabras almacenadas, a las que se accede cada vez
que sea necesario. Esta memoria léxica debe contener una buena cantidad
de representaciones y permitirá entonces una escritura de palabras
fluente y automatizada.