sábado, 24 de octubre de 2015

“Aportes de la Sociolingüística a la alfabetización inicial”
Procesos cognitivos individuales y procesos sociales de aprendizaje
Las posturas cognitivistas dentro de la Lingüística y de los estudios de la mente-cerebro parten de la base de que los seres humanos poseen una facultad del lenguaje innata y la lengua es un sistema cognitivo de conocimiento interno e individual que da cuenta de dicha facultad (cf. Chomsky, 1988), asimismo sostienen que “el aprendizaje de la lectura recorre un circuito genéticamente condicionado” y, por lo tanto, individual (Dehaene 2014 [2009]:20).
Desde esta perspectiva, el carácter social y simbólico de las lenguas naturales y de los sistemas de escritura frecuentemente es concebido como secundario, accidental o directamente dejado fuera de consideración.
Sin embargo, aun si los seres humanos poseen una facultad del lenguaje innata que de hecho los distingue de otros seres y si, ciertamente, los procesos cognitivos acontecen en la mente de cada individuo, los individuos son sujetos sociales y las lenguas son medios de comunicación entre ellos y, por lo tanto, también han de ser consideradas de carácter social.
Sumado a ello, se debe tener en cuenta que las actividades de enseñanza y aprendizaje son actividades sociales mediadas lingüísticamente. Respecto del aprendizaje de la lectura y la escritura, el neurocientífico S. Dehaene (2014 [2009]) sugiere que se trata de habilidades culturales que establecen un vínculo con nuestra arquitectura neuronal. Sin embargo, si bien el proceso de aprendizaje de la lengua escrita es de carácter cognitivo e individual, se desarrolla a partir de la interacción de sujetos sociales en contextos particulares que determinan las condiciones en que dicho proceso cognitivo se lleva a cabo.
Todos los alfabetizandos pueden tener las mismas condiciones mentales y genéticas, pero no todos aprenden en los mismos contextos sociales, ni en las mismas condiciones materiales, y por lo tanto los resultados no son los mismos. Lo primero es una universalidad biológica que corresponde a la especie, lo segundo es una desigualdad social, en tanto las personas conforman grupos humanos organizados.
De hecho, los sujetos que enseñan y los sujetos que aprenden hablan diversas variedades lingüísticas que adquirieron desde su infancia y esas variedades lingüísticas, aunque procesadas cognitivamente, están correlacionadas con factores sociales de clase, género y región, pero además están connotadas socialmente. Estas connotaciones pueden incluir prejuicios que necesariamente inciden en las prácticas de enseñanza y en las condiciones del aprendizaje. Por ejemplo, las representaciones sociales, especialmente las de los docentes, sobre las lenguas que hablan los alumnos, en cuanto a su prestigio o utilidad o la falta de ambos, pueden influir en el modo de superar las dificultades que genera la propia forma de hablar en el contexto del aprendizaje de una lengua escrita y también en su uso. Aspectos emocionales, sociales e históricos, asimismo, pueden bloquear o habilitar ciertos usos de las lenguas, lo que produce resultados diversos aun si las características cerebrales de partida de los niños son iguales.

Representaciones sociales en torno a la lengua y los usuarios de la lengua
Según Narvaja de Arnoux y Bein (1999), en los últimos veinte años se fue desarrollando el concepto de representaciones sociolingüísticas. Se trata de formas de conocimiento socialmente elaboradas y compartidas, que contribuyen a la construcción de una realidad común a un conjunto social. Según este concepto, las representaciones son una suerte de pantalla ideológica que –como una lente que distorsiona la visión– se “interpone” entre las prácticas lingüísticas reales y la conciencia social de esas prácticas.
Estas representaciones inciden en la práctica; por ejemplo, quienes piensan que el inglés permite conseguir trabajo, intentarán aprender ese idioma o ejercer presión para que el sistema escolar incluya su enseñanza; ante la afirmación de que Argentina es un país monolingüe y de que las lenguas indígenas son menos prestigiosas que las extranjeras, los hablantes de lenguas nativas podrían ocultar o negar su conocimiento de esas lenguas, y sus hijos y nietos podrían acabar no hablándolas; y con una valoración negativa de la variedad argentina, habrá maestros que enseñen el paradigma verbal con el tuteo y sin el voseo, por más que en su práctica real voseen a los alumnos.
Las representaciones tienen materialidad discursiva, es decir, están formadas por discursos que circulan en la sociedad, e igual que en el caso de la ideología, puede haber discursos y contradiscursos. Pero como se explicó, no se corresponden con las prácticas lingüísticas reales. De allí que luego muchas de estas afirmaciones sean falsas o parcialmente verdaderas; sin embargo, pueden ser modificadas poniendo en circulación discursos que las modifiquen.

Conceptos clave para pensar los contextos sociolingüísticos
Las lenguas en perspectiva histórica
Cuando se recorren historias de naciones, de sistemas políticos y de organizaciones de grupos humanos de distintos lugares del mundo se encuentra con que las lenguas han tenido, en la mayoría de los casos, un valor simbólico, cultural y político en esos procesos. Sin embargo “la lengua” no es necesariamente “la nación”. En este sentido, el lingüista noruego Einar Haugen (1966) afirma que toda lengua es un “artefacto cultural”, y no la base de la conciencia nacional como se ha postulado desde visiones más románticas y posrománticas. Tal como observa Zabaltza (2006: 33), “los nacionalismos son en un principio más historicistas que lingüísticos”.
El concepto de lengua oficial
El carácter de lengua oficial es histórico y no necesariamente una nación debe tener una lengua oficial, dado que esa decisión obedece a razones políticas e históricas. Por ejemplo, hay varios países que tienen más de una lengua oficial:
La Constitución Nacional Argentina no presenta declaratoria de lengua oficial, pero el castellano o español es considerado idioma oficial o nacional de facto, es decir, se emplea como lengua oficial de hecho en los usos de la administración pública. En los últimos años, algunas lenguas indígenas fueron declaradas cooficiales con el español a nivel provincial: el guaraní en la provincia de Corrientes en 2004; el mocoví, el qom (o toba) y el wichí en la provincia del Chaco en 2011.
En consecuencia, no hay nada inherente a las lenguas y las variedades lingüísticas que las haga ser “oficiales” o que las haga ser “nacionales”. Estas categorías son exclusivamente sociohistóricas y políticas.

es cierto que los factores históricos y políticos intervienen en la denominación de lo que es una lengua, también es cierto que existen factores lingüísticos que contribuyen a tal denominación. Uno de los criterios que se toma en cuenta para determinar si diferentes dialectos forman parte de una misma lengua o no forman parte de ella es el de inteligibilidad mutua. Hay inteligibilidad mutua cuando hablantes de distintas variedades pueden entenderse mutuamente hablando sin dificultad en la comunicación. Entonces se considera que esas variedades son variedades de la misma lengua. Si no hay inteligibilidad, entonces, es posible que esas dos variedades correspondan a dos lenguas distintas.
Sin embargo, este criterio puede ser un poco incierto, como sostiene Lastra:
“Muchas veces resulta que la inteligibilidad es relativa, que no es cuestión de entender o no entender otro dialecto, sino que se puede entender hasta cierto punto, y además que la inteligibilidad no siempre es mutua. Hay casos en que los hablantes de A entienden a los de B, pero no viceversa.”
Teniendo en cuenta estos aspectos, Ferguson y Gumperz (1960) definen una lengua como el conjunto de todas la variedades que comparten, por ejemplo, un estándar literario escrito que se considera una variedad sobrepuesta; además esas variedades se asemejan en los planos fonológicos y gramaticales y son mutuamente inteligibles o están conectadas por una serie de variedades mutuamente inteligibles.
Sin embargo, esta definición supone una estandarización lingüística que no en todos los casos se da, porque no todas las lenguas poseen un estándar literario. Al respecto Yolanda Lastra (1997:….) apunta que cuando no hay estandarización lingüística es preferible decir que una serie de dialectos en cadena constituyen una lengua vernácula, es decir, la lengua nativa de una comunidad.
En definitiva, las lenguas son en realidad un conjunto de variedades que comparten los rasgos fonológicos, gramaticales y léxicos más importantes, y por lo tanto, son mutuamente inteligibles. Por eso, cuando las diferencias fonológicas y gramaticales son tan grandes que dificultan la comunicación, puede decirse que esas variedades dialectales forman parte de lenguas diferentes.

Dialecto y variedad
La connotación peyorativa del término dialecto se debe a que se lo ha asociado con una derivación o deformación de la lengua, porque se ha supuesto una relación jerárquica entre lengua y dialecto en la que la lengua está claramente en un nivel más alto que el dialecto.
Por otro lado, el término dialecto ha sido tradicionalmente empleado para referir a variedades lingüísticas según la región geográfica. Por eso, la utilidad del término variedad, afirma Huson (1981), también radica en la posibilidad de emplearse para hacer referencia a distintas manifestaciones de la variación y no solamente las geográficas, como por ejemplo, las variedades dialectales o las variedades sociolectales que se diferencian según la clase social, el género o el registro.

Bilingüismo y diglosia
bilingüismo refiere, en términos generales, a la situación de un individuo o de una población que emplea dos lenguas. Multilingüismo o plurilingüismo quiere decir que las personas emplean habitualmente dos o más lenguas. Lo normal es que las comunidades bilingües y multilingües utilicen sus lenguas para distintos propósitos o con diferentes personas, por eso el multilingüismo permite flexibilidad en la comunicación en la medida en que los hablantes pueden usar una u otra según lo necesiten en la situación comunicativa.
diglosia como aquella situación relativamente estable en la que existe un tipo particular de estandarización con dos o más variedades de una misma lengua empleadas en toda la comunidad, pero donde cada una de las variedades tiene funciones diferentes, especializadas y se adquiere de distinto modo.
Una variedad se aprende en la escuela y se usa para funciones como la literatura, los discursos políticos y la legislación, pero ningún sector de la sociedad la emplea en las conversaciones habituales. Esta es la variedad estándar o superpuesta y se la llama variedad A (alta). Otra variedad o variedades regionales se adquieren sin enseñanza formal y se usan en las conversaciones y situaciones cotidianas. A esta variedad o variedades se las llama variedad o variedades B (bajas). Ambas difieren formalmente en cuanto a sus categorías gramaticales, orden de palabras, y léxico aunque, si bien comparten muchos vocablos, los términos técnicos son exclusivos de la variedad A.
Joshua Fishmanretomó, según este lingüista, una sociedad diglósica es aquella que reconoce dos o más lenguas o variedades para la comunicación dentro de la propia sociedad. La situación puede ser estable porque cada lengua o variedad tiene distintas funciones.
Fishman combinó los conceptos de bilingüismo y diglosia en cuatro posibilidades:
  1. diglosia con bilingüismo, como en el Paraguay, donde una gran parte de la población habla español y guaraní, a la vez que el español funciona como variedad alta;
  2. bilingüismo sin diglosia, como entre los inmigrantes alemanes o franceses en los Estados Unidos, que manejan también el inglés, pero no hay, para ellos, diferencia de prestigio entre las lenguas: el alemán, el francés y el inglés son lenguas altamente codificadas, con un corpus frondoso de literatura y se usan para funciones elevadas;
  3. diglosia sin bilingüismo, como habría ocurrido en la Rusia zarista, donde la aristocracia hablaba francés o alemán, mientras que el pueblo hablaba ruso, y la comunicación se habría dado a través de intérpretes, o en Estados recientemente descolonizados del África, donde la capa dirigente suele hablar inglés, francés o portugués, mientras que el grueso de la población habla distintas lenguas tribales;
  4. ni diglosia ni bilingüismo, que solo se daría en sociedades reducidas y poco diversificadas.
Conflicto lingüístico (1980: 56-57) se da cuando el contacto de dos lenguas genera una situación en que dos sistemas lingüísticos compiten entre ellos provocando el desplazamiento parcial o total de un sistema en los diversos ámbitos de uso lingüístico.
Ferguson y Fishman, consideran que una lengua que no puede usarse más que en el hogar y en la conversación cotidiana, pero no es enseñada en la escuela, no cumple funciones gubernativas, no es usada en la legislación ni en la literatura, a la larga va perdiendo prestigio por causas no lingüísticas.
Acerca del prestigio, Nancy Dorian (1998) señaló que las lenguas tienen el status que tienen sus hablantes. Si las personas que hablan una lengua tienen poder y prestigio, la lengua que hablan también va a tener ese prestigio. Si las personas que hablan una lengua particular tienen poco poder y prestigio, es poco probable que se tenga un buen concepto de ella. Pero precisamente porque ese prestigio y relación entre lengua dominada y lengua dominante está relacionada con los pueblos que las hablan, puede cambiar según los procesos históricos.
 La clase 1 de este Módulo se cerró con la reflexión acerca de que las lenguas no existen por sí mismas separadas de los pueblos que las hablan (no nacen, se desarrollan y mueren como seres). Generalmente, los conflictos lingüísticos llevan implícito también un conflicto social. Las situaciones de asimetría lingüística también son asimetrías sociales, de allí que se deba pensar el multilingüismo como ámbito de situaciones sociales y de pujas y tensiones por alcanzar una equidad. En estas situaciones de pujas y tensiones, los sistemas educativos tienen un rol fundamental y hasta determinante. (si pero también atravesado por la política educativa de turno).
Comunidad de habla
Toda interacción verbal ocurre en algún contexto. La comunidad de habla y la situación o evento comunicativo son parte de ese contexto. Se considera que el contexto más amplio de la interacción verbal es la comunidad de habla (Ver definición en nota 2 al final de la clase), definida por Dell Hymes en 1972 como una comunidad que comparte el conocimiento de reglas gramaticales de al menos una lengua o variedad y las reglas para la conducta e interpretación del habla.
La comunidad de habla no necesariamente emplea una sola lengua. Una comunidad de habla puede compartir diversas lenguas y variedades lingüísticas. En ese caso comparten el conocimiento acerca de cómo alternan esas lenguas o variedades, cómo se interpretan y qué valores les atribuyen.
Las comunidades de habla no son homogéneas. Dentro de una comunidad de habla puede haber diversas redes sociales, como proponen Leslie Milroy y Sue Margrain (1978). Así, los individuos de una misma comunidad de habla pueden formar parte de redes sociales diferentes. Por ejemplo, las relaciones interpersonales en el ámbito escolar conforman una red social dentro de una comunidad de habla. Ahora bien, los individuos de esa red social (los docentes, los alumnos, el personal de maestranza, los padres) también forman parte de otras redes sociales de la misma comunidad de habla. En cada ámbito social, se despliegan distintos usos del habla con sus propias pautas, el escolar es uno de ellos.

todas las comunidades de habla son de algún modo heterogéneas lingüística y socialmente y la variación lingüística está socialmente condicionada. Las lenguas habladas son dinámicas, porque varían con su uso y esa variación está correlacionada con los factores sociales que funcionan como variables del cambio lingüístico. Los fenómenos de variación sociolingüística pueden ser diatópicos, diastráticos y diafásicos.
Variación diatópica. Se trata de la variación vinculada con el factor geográfico. La Dialectología tradicional se ocupó del estudio de la variación geográfica de las formas lingüísticas en áreas rurales. En esas áreas, las diferencias entre dialectos hablados son acumulativas: cuanto más lejos del punto de partida, las diferencias se harán cada vez mayores. 
Las variaciones diatópicas en una lengua pueden deberse a innovaciones de sus usuarios y a la influencia de otras lenguas que se hablan en la misma zona. Basta pensar en la extensión geográfica argentina y las distintas variedades que los hablantes nativos del español podemos reconocer sin ser especialistas se pueden reconocer diferencias de pronunciación, de entonación, de sintaxis, de léxico, y a veces hasta morfológicas. Asimismo, en algunos casos se pueden reconocer las lenguas de influencia, como el guaraní en el caso del español formoseño o el italiano en el porteño. Cuanto más amplia sea la extensión de habla de la lengua, posiblemente manifieste mayor variación.
Variación diastrática. En las décadas del cincuenta y sesenta las sociedades occidentales experimentaron un proceso de industrialización y urbanización, ligado al surgimiento de las ciudades como focos de desarrollo industrial y con ello una acentuación de la diferenciación social en la división de funciones laborales y sociales, un aumento de la movilidad social y geográfica, así como también una expansión de los sistemas de comunicación y de educación, entre otros cambios. En ese nuevo contexto se produjeron una serie de problemas y desigualdades sociales en los grandes centros urbanos. Asimismo, en ese contexto histórico se produjo el surgimiento de la Sociología como disciplina y los lingüistas y educadores de países industrializados occidentales se interesaron en estudiar la relación entre lenguas y marginación social.
Estos nuevos estudios hallaron que factores sociales como la clase social, el género y la edad, también pueden determinar la variación de una lengua y ser considerados como variables del cambio lingüístico. Este tipo de variedades se denominan sociolectos.
Variación diafásica. En este tipo de variación, el mismo individuo produce diferentes hablas según los contextos situacionales en que se encuentra, el tipo de audiencia o la imagen personal que desea proyectar. Esas diferentes hablas o “modos de hablar” son los estilos. Estos combinan aspectos lingüísticos estructurales y aspectos lingüísticos empleados con una función estilística, que se organizan según el contexto no lingüístico. Las reglas de uso de los estilos son compartidas por los miembros de una misma comunidad de habla y también forman parte de la competencia comunicativa. Los estilos que se asocian con tipos de situación se llaman registros.
Las personas escogen los estilos y su selección tiene significado social. A partir de la experiencia de los miembros de una comunidad de habla en distintas situaciones, el repertorio de estilos y la competencia para emplearlos se amplía y se modifica. Existe una distinción básica y general entre situación formal e informal y, asociado a ella, un tipo de registro. Se asocia la lengua escrita estándar a situaciones formales, como un examen o una redacción en la escuela, y la lengua escrita no estándar a situaciones informales, como la comunicación por chat, por whatsapp o por las redes sociales en internet.
De allí la importancia de la escolarización para el aprendizaje de nuevos estilos y registros asociados a situaciones que no se pueden aprender informalmente, como es el caso de la lengua escrita estándar y los registros asociados a ella, lo que forma parte de la competencia comunicativa (volveremos sobre esto en la clase siguiente).

La planificación lingüística
Las acciones de planificación lingüística, explican Roberto Bein y Lía Varela (1998) pueden realizarse sobre:
  • la lengua oral y la escrita, cuando, por ejemplo, se fija una grafía, se introducen reformas ortográficas, se determina si se acepta una o más de una variedad dialectal o se determina qué variedad lingüística se privilegiará en el ámbito escolar;
  • las lenguas, por ejemplo, la existencia de un Estado bilingüe o multilingüe reclama decisiones acerca del lugar de la lengua materna en la escolarización, la elección de las lenguas que se enseñarán como materia escolar, la reglamentación sobre la radiodifusión en lenguas nativas o extranjeras;
  • las prácticas discursivas, por ejemplo, la adopción de la “perspectiva de género”.

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