sábado, 18 de junio de 2016

Aportes de las ciencias cognitivas a la alfabetización inicial
¿Y la lengua escrita?
Con la lengua escrita sucede algo distinto, porque, como se explica en el Módulo 4 Aportes de la Lingüística y la historia de la escritura a la Alfabetización Inicial, la escritura es una invención cultural reciente para la historia de la humanidad y por lo tanto el cerebro no está dotado desde el nacimiento con una zona dedicada a la lengua escrita. Aprender a leer es una tarea que lleva tiempo y que debe ser enseñada. Es decir, la mera exposición a la lengua escrita no garantiza, ni por asomo, que un niño se alfabetice.
Para aprender a descifrar y reconocer las palabras escritas debe especializarse una región particular del cerebro -que ya estaba destinada a reconocer caras, objetos o lugares- para desempeñar una nueva función. La lectura es una clase particular de reconocimiento visual y supone poder identificar cada una de las letras y reconocer sus combinaciones.  Por esto, hay una sección particular de lo que se llama corteza visual que se dedica a almacenar y recuperar la forma visual de las palabras.
Stanislas Dehaene, un neurocientífico contemporáneo que investiga la lectura y su relación con el cerebro, la llamó “la caja de letras del cerebro”. A medida que aprendemos letras y palabras esta zona se activa más y más.
¿Y qué pasa en esta región cerebral antes de aprender a leer? Recordemos que es parte del sistema de reconocimiento visual que se ocupa de reconocer rostros y objetos. Cuando se aprende a leer, esta zona se “recicla” -en palabras de Dehaene- y empieza a hacerse más sensible a las letras y palabras y menos a los otros estímulos visuales, es decir, a las cosas del mundo.
¿Qué significa que esta parte de la corteza visual se recicla? Frente a una nueva necesidad, se reorienta su trabajo y pasa a especializarse en detectar un nuevo tipo de información visual, las letras, que requieren justamente “detectores” especiales.
La siguiente pregunta será entonces: ¿La diferencia entre un cerebro alfabetizado y otro no alfabetizado es sólo la actividad especializada de esta “caja de letras” ubicada en la corteza occípito-temporal (bastante atrás) del hemisferio izquierdo? Para dilucidar esto explicaremos algunas experiencias muy interesantes que se hicieron hace unos años atrás con personas que habían aprendido a leer y otras que no. Y además pudieron investigar en sus cerebros mientras estaban haciendo múltiples pruebas.
Todo empezó cuando un equipo de psicólogos encabezados por L. Cary y J. Morais  estudió en Portugal a personas que eran analfabetas y las compararon con personas que, en las mismas condiciones sociales y geográficas, se habían podido alfabetizar. Todos ellos eran habitantes de zonas rurales de Portugal y, en general, llevaban a cabo actividades agrícolas. Los investigaron con una serie de pruebas que tenían como objetivo verificar cómo procesaban la lengua hablada.
Los experimentos produjeron unos resultados sorprendentes. Si les pedían a los sujetos que realizaran tareas en las que debían manipular sonidos de las palabras, como por ejemplo, ¿qué queda si a caro le sacamos el primer sonido? las personas que sabían leer pudieron resolver esta clase de preguntas y tareas sin dificultades (en este caso, contestaron aro); sin embargo, los analfabetos no podían hacerlo. Este trabajo mostró por primera vez que la manipulación de sonidos de una lengua oral está facilitada cuando se conoce la relación entre estos y las letras. Es decir, hay una estrecha relación entre la capacidad de lectura y la habilidad para manipular los sonidos que componen la palabra hablada.
En otro experimento que realizaron Castro Caldas y otros investigadores, en el que participaban también individuos alfabetizados y analfabetos, la tarea consistió en pedirles que repitieran palabras y seudopalabras, es decir, formas lingüísticas que parecen palabras de una lengua pero no lo son porque no tienen significado (por ejemplo, lira es una palabra del español, pero liro  es una seudopalabra).
Todos los sujetos repetían adecuadamente las palabras pero solo los que sabían leer podían repetir las seudopalabras sin dificultad. Los analfabetos en general las producían como alguna palabra parecida que conocían, por ejemplo, si les pedían que repitieran moreda que es una seudopalabra, ellos decían moneda.
El cambio que produce la alfabetización en la percepción de la lengua oral es muy impactante y obviamente, tiene sus correlatos en el cerebro. Estas mismas personas fueron evaluadas tiempo después con la misma tarea, pero además los evaluadores utilizaron técnicas de imágenes cerebrales y verificaron que cuando repetían las seudopalabras los sujetos que no sabían leer activaban más intensamente los lóbulos frontales, áreas que se usan para la resolución de problemas y que además se sabe que participan en la recuperación de información. Por su parte, los que sabían leer activaban más el lóbulo temporal izquierdo, que se dedica a procesar específicamente estímulos lingüísticos. Los investigadores pensaron que los analfabetos trataban a las seudopalabras que escuchaban como palabras reales que, por ejemplo, habían entendido mal y por tanto las “buscaban” e intentaban recuperar desde la memoria. Los sujetos alfabetizados, por su parte, las trataban como lo que eran, secuencias de sonidos que podían ser manipulados y que no era necesario evocar desde la memoria.
Estos trabajos ponen en evidencia que la alfabetización provoca cambios muy profundos en la anatomía y en el funcionamiento cerebral, que no sólo están vinculados con el procesamiento de la información escrita sino también con el procesamiento de la lengua oral. Entre la oralidad y la escritura se desarrollan lazos profundos, incluso a nivel neuronal.

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